sábado, 30 de agosto de 2014

El ajuste que no será (Parte 1)

Venezuela experimenta los más severos efectos de una crisis de externa como consecuencia de los efectos acumulados de malas políticas económicas.  Insistir sobre ello parece ya banal, pero nunca está de más repetir lo obvio: estas tempestades que estamos observando, son producto de los vientos sembrados en los últimos años. Este cóctel tóxico que envenena la calidad de vida de los venezolanos con brutal escasez, incontrolable inflación y profunda recesión, es producto, directo o indirecto, de mantener tozudamente políticas erradas –principalmente el control de cambios-, hasta sus últimas consecuencias.
   
Desde la última vez que escribí públicamente sobre estos temas, algo parece haber cambiado. Desde principios de 2014, quizá por la ya inocultable gravedad de los síntomas, la llamada “ala pragmática” del gobierno se auto-descubrió una vocación reformista que tenía década y media sepultada entre consignas revolucionarias. Así, con su recién estrenada propensión por “torcer el rumbo del modelo”, con su recién aprendida frase “necesidad de ajuste y estabilización”, y empoderada por la salida del “jefe neolítico” que al parecer antes no los dejaba hacer ni pensar, el “ala pragmática” le ha enviado un grito al mundo: ahora sí, ha llegado la hora del Ajuste Rojo.

Los que tenemos años advirtiendo que esto lleva rumbo de choque con muertos, deberíamos saludar el cambio en el discurso, de hecho, sin cinismo lo hago: bienvenidos chicos al libro de introducción a la economía.  Pero lo cierto es que todo luce bastante enredado para la "vía socialista hacia el restablecimiento del equilibrio macroeconómico". Todo el mundo habla de el ajuste, pero nadie sabe con certeza en qué consiste, ni cuándo se va a aplicar. Todo lo que sabemos –o creemos saber- sobre el “ajuste rojo”, lo sabemos o por declaraciones hechas frente a foros internacionales –nunca en Caracas, claro–, y por los  informes de las consultoras y la bancos de inversión –jamás en documentos oficiales, claro–. Eso sí, pareciera que es más fácil encontrar información sobre “el ajuste” en la esquina de la 42va y 6ta de NYC que en la esquina de Carmelitas.

Por lo que uno se ha podido enterar,  el mentado paquete de medidas consistía, fundamentalmente, en la unificación de los tres tipos de cambio oficiales (CENCOEX, SICAD I, y SICAD II) en una sola tasa lo suficientemente devaluada que corrigiera la sobrevaluación del tipo de cambio real (que ronda más del 100%). Además de algunas medidas adicionales de generación de ingresos fiscales y recorte de subsidios. Aunque todos ponen el énfasis en la unificación/devaluación como LA medida que vendrá a enmendar tanto desbarajuste. Y no dejan de tener razón los que ponen el foco en la devaluación.

Por el otro lado está la controversia sobre el cuándo se iban a aplicar las medidas. Sobre esto confieso que es un tema sobre el cual no sé qué pensar. Lo que hemos observado pudiéramos describirlo como la aproximación “agárrame-que-lo-mato” hacia un ajuste pseudo-ortodoxo: un tipo que vocifera lo que vá a hacer, quizás con el secreto anhelo de que alguien lo detenga. Lo cierto es que pasa el tiempo y nada pasa, por el contrario, pareciera que en los últimos días le pusieron el freno definitivo al ajuste. ¿Lo habrán frenado? Quién sabe, pero algo terminaran haciendo: no hay otra salida.

Pero no es sobre lo superficial que quisiera hacer un comentario. Retomando la idea anterior, la mayoría de los analistas están de acuerdo en que la medida fundamental del ajuste rojo, la llamada unificación/corrección cambiaria, es la verdadera la columna vertebral del ajuste. Y no dejan de tener razón, pues la corrección cambiaria –aka devaluación-  no solo es necesaria, sino es inevitable en el camino del restablecimiento de los equilibrios macroeconómicos.  Más aún, ningún gobierno dejaría desencadenar un evento de costo social extremo –por ejemplo una crisis hiperinflacionaria– si tiene a su mano una medida como la devaluación, que tiene la virtud de matar dos pájaros de un solo tiro: corrige al mismo tiempo el déficit fiscal y el equilibrio externo.

Hasta aquí los consensos en la materia: la corrección es inevitable y tiene los efectos "deseados". De hecho, en su versión más optimista, una devaluación –lo suficientemente grande- no solo ayuda a corregir inmediatamente el déficit fiscal (que se calcula alrededor de 14% del PIB); sino que completa el ajuste del sector externo –que ya está casi ajustado de todas maneras- y, además, hace desaparecer el mercado paralelo de divisas (ya que la nueva tasa sería de equilibrio y evitaría el racionamiento de divisas); y como si fuera poco, todo lo anterior lo logra sin efectos adicionales sobre la inflación, al no existir efecto traspaso sobre los precios. Es la llamada “superdevaluación”. En este escenario, basta con una devaluación suficiente del tipo de cambio promedio de la economía, unificar las tasas oficiales, y listo. La “superdevaluación” es algo así como el CTRL+ALT+DEL de la política económica.

A estas alturas, sea por la parálisis que produce la feroz pugna entre facciones internas del oficialismo, o sea por la incapacidad manifiesta de sus ejecutores, o por una combinación de las dos anteriores, crece la opinión de que el ajuste será postergado hasta nuevo aviso. Yo, en cambio, me cuento entre los que cree que sí implementarán al menos una versión del "paquete" y que, por el contrario de lo que se pueda pensar, ello servirá muy poco para aliviar los desequilibrios macroeconómicos que nos aquejan –al contrario, podría terminar profundizándolos-.  

El problema de fondo es que en materia de medidas de ajuste y estabilización de una economía sometida a fuertes  distorsiones como la venezolana, un programa que se precie de ser de “ajuste” y de “estabilización” debe contener medidas que no solo intenten la corrección de los desequilibrios existentes, sino que al mismo tiempo pongan sobre la mesa los elementos que indiquen, de la manera más convincente posible, que esa corrección será sostenible en el tiempo. 

Si uno revisa la historia de los ajustes exitosos de nuestra región, que para nuestra vergüenza todos datan de hace 20 o 30 años, estos no se limitaban al anuncio de correctivos –una devaluación, por ejemplo-, sino que abundaban en detalles sobre temas como cambios permanentes  en la estructura de gastos/subsidios/ingresos fiscales; ponían especial énfasis en cambios institucionalizados en la manera de diseñar y gestionar la política económica; identificaban con detalle las fuentes ya acordadas de financiamiento futuro, y; hacían clara prospectiva de las fuentes del crecimiento económico futuro que daría sustento al ajuste. El ejercicio iba generalmente precedido, hay que decirlo, de un cambio total en la nómina de responsables de implementar la reorientación de las políticas económicas.

¿Es este el caso del ajuste rojo? La respuesta es dolorosamente obvia.


3 comentarios:

  1. "La “superdevaluación” es algo así como el CTRL+ALT+DEL de la política económica."

    A esta oración tienes que ponerle Copyright, te quedó buenísima.

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  2. no entiendo por qué una devaluación no va a producir un "efecto traspaso sobre los precios" cuando el país compra todo en dólares. Si tan buena es, ¿por qué no devaluaron ya?.

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